Por: Héctor Izquierdo Acuña
Recuerdo que siendo pequeño acompañaba a mis padres
cuando habitualmente acudían a disfrutar de la excelentes interpretaciones de la Banda de Música de Morón en
las retretas, sobre todo a las que tenían por escenario el por entonces recién
inaugurado Parque José Antonio Echeverría.
Pasados más de media centuria, y casi sin darnos
cuenta de ello, rememoramos aquellos lejanos tiempos cuando apenas nos separan
unas horas del 101 aniversario de la fundación, el 14 de febrero de 1914, de la
paradigmática institución.
Los moronenses, como todo el pueblo cubano, llevan en
su fuero interno la musicalidad propia de nuestras raíces culturales. Quizás
esas razones motivaron a Eusebio Jiménez Basulto
a crear, en 1855,
a
primera academia de música que tuvo Morón y de la cual salieron músicos como
los Paseiro, los Echemendía, Leiva, Ariosa, Martínez Bringas y otros como
Gregorio Almansa y Pedro Echemendía quienes tocaron el acordeón en fiestas
populares amenizando por generaciones las tertulias pueblerinas.
Las primeras manifestaciones de la música en Morón
fueron a través de dos instrumentos: la tumbadera, formada por un alambre muy
tenso sujetado a una yagua que cubría un hoyo en la tierra y emitía bien el
sonido cuando se tiraba la cuerda; y la conocida Marimba, una especie de piano rudimentario compuesto por varios pedacitos de madera de tamaños
diversos que daban distintas notas cuando se martillaban hábilmente.
En esta época se manifestaba la música en dos
vertientes: la africana, que no tuvo gran trascendencia, al no constituir Morón
un centro de gran concentración de negros esclavos y las bandas militares
españolas, que desde la primera contienda independentista en 1868 trajeron el
acordeón y la guitarra junto al tambor y el flautín.
Después de la instauración de la República el 20 de mayo
de 1902, en Morón jugó un papel fundamental en la difusión de la música la formación
de la Banda Municipal
y aunque existen disímiles criterios, se ha instituido el 14 de febrero de 1914
como la fecha de su fundación pues fue en esa fecha cuando el ayuntamiento de
esta ciudad consignó un presupuesto de 360 pesos para pagar a un profesor de
música con el propósito de organizar una Banda Infantil Municipal; ya en el mes
de julio de ese propio año, comenzó a desarrollar esta actividad el profesor
Ramón Paseiro Bimes.
Con posterioridad a Paseiro se sucedieron profesores
y directores de la Banda
como Desiderio Montalbán, José Enrique Jiménez, Roberto Luya Jiménez, Andrés
Paseiro Gonzáles, Heliodoro Rodríguez, Félix Rodríguez López y Antonio Herr y
el recordado Oscar García.
No siempre la institución musical contó con el apoyo
oficial en la época republicana. Sus músicos percibían un salario indecoroso y
la mayoría de ellos tenían que desempeñarse en otros oficios como mecánicos,
soldadores, zapateros…. Algunos, entre ellos los más antiguos, me han relatado
que en diciembre, cuando se festejaba el día de Santa Cecilia, Patrona de la Música, sus integrantes,
junto a otros interpretes, recorrían la ciudad para, luego de interpretar
alguna obra, pasar el conocido “cepillo”.
También debieron realizarse actos de “beneficio” para
con lo recaudado intentar solventar la adquisición del instrumental de la banda
y la confección de sus uniformes. Sin embargo, y a pesar de las dificultades, la Banda de Música de Morón se
mantiene incólume, cosechando triunfos, desdoblándose para acompañar cada año a
los artistas que ofrecen su arte en cada edición del Festival Internacional
Boleros de Oro, o en el Silencio Azul,
eventos de gran alcance popular que se desarrollan en Morón en la sala teatro
San Carlos.
La Banda ha acompañado al pueblo moronense en las más
disímiles actividades. A lo largo de su ya centenaria historia, puede aún
escuchársele interpretando marchas, himnos y arreglos de la más selecta música
del repertorio nacional e internacional en las tradicionales retretas
dominicales en el Parque José Martí, actos solemnes, festivos y luctuosos.
También, y ya convertida en costumbre, cada primero
de mayo, cuando miles de moronenses de todas las edades celebran el Día
Internacional de los Trabajadores, una numerosa masa humana aguarda al final de
desfile el arribo de sus músicos, convertidos en una contagiosa conga donde
aflora nuestra raíz africana, para arrollar con desbordante alegría y en
ocasiones sensuales bailes al ritmo de letras como “yo vivo en el agua, como el
camarón…..”.
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